PERDIDA DEL RECURSO SUELO.

La velocidad y magnitud con que Colombia pierde su recurso suelo constituye una verdadera tragedia nacional. Anualmente se pierden a través de los ríos, para siempre jamás, alrededor de 300 millones de toneladas de sedimentos, en su mayoría suelo. Cada hectárea de terreno pierde anualmente entre 2 y 10 toneladas de suelo según la región y las características del terreno.

La pérdida de suelo quebranta la regulación hídrica afectando sus ciclos y poniendo en peligro el abastecimiento de agua para consumo humano. Paralelamente, intensifica la desertificación y dispersa sedimentos en embalses y ríos, reduciendo su vida útil para proyectos de energía eléctrica e irrigación.

Los efectos perversos de esta pérdida repercuten socialmente porque – directa o indirectamente – generan pobreza y contingentes de “desplazados ambientales” que, arruinados en el campo, emigran a las ciudades a engrosar los cinturones de miseria urbana; y porque disminuye la disponibilidad de tierra cultivable por habitante.

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